ENREDOS
Dijo la señal enérgica a las orejas inmorales, no transiten más tus pies por el sendero equivocado, no abandonen más fragancia tus pieles en las esquinas de las comarcas engañadas por tu rebeldía. Luminaria espantosa será tu suceso ante los que nos vieron hablando, no digas que no se enteraron los tabiques ordenados para protección como lo era, y es aún mi designio más formidable.
Tus olores se infiltraron en el cuerpo de aquel rápido y codicioso de tu carne, se apresuraba para cazarte, como la fiera caza a su presa sin que se dé cuenta ella, sus rastros son como el silencio que no se ve, pero se mueve en el susurro del viento.
Dijeron los labios diligentes a tu inmensa preciosidad, no sabes cómo agonizo por no disfrutar tu sustancia entre mis regazos, no te das cuenta que te anhelo y que te anhelo y aún no te destinas hacia mí, es que tus ojos son como intensas llamas de calor, que ante ellas me disuelvo poco a poco hasta no poder contenerme, y querer rebasar más allá de donde actualmente estacionados estamos.
O encantadora dueña de tus porciones, fuiste poco a poco complacida por la habilidosa intención de tu seguidor, comida por tu ladrón, por último como a buen encuentro se entregaron tus esencias y sus aromas, en el lecho de los deseos y pasiones incontrolables, en ese instante quizá produjeron fuego el uno con el otro, y pedazo a pedazo se quemaban lentamente hasta acabar muriendo. Pienso como saboreaste ese relámpago de tiempo, sin acarrear a la memoria que habías caído en las redes de alguien que nunca fue tu dueño.
¿Por qué te afligiste de tus faenas?, ¿por qué resignaste a que taparan tus ojos la ignorancia?
Ahora en serio ven las murallas tu lamento, ahora no carga mucho tiempo la vida tuya, de que tus uniones se desplomaron al suelo como agravio de tu quehacer, para solicitar tu boca la piedad de tu bienhechor. Tus cabellos se mojaron de las aguas salinas que caminaron por tu rostro mientras suplicabas el favor de tu conservador, o encantadora dueña de tus vestigios inmortales, trajiste al mundo insensato la muestra de que podrás enseñar a tu fruto mucho de lo que has durado, para que no se desmorone en enredos como en el que tú bajaste.
Pero no estás aprisionada, aprendiste ahora a comprender al mundo, a saber que no se confía con nadie, que fundadores somos de nuestra propia falta, y que puedes advertir a muchos de la inmensa destreza del ratón.
Preciosa mujer, los ojos de tu seguidor están arrinconados en la dulzura de tus huecos, ambiciona con sus triviales manos acariciarte, y por acabo de su límite encaprichado a satisfacer su gusto, desconocerte, para no hacerse responsable de tu tropiezo, y marchar hacia su última exhalación, quizá con otra dama dotada de hermosura y formar existencias con ella, como si nada hubiera cometido.
Escrito por: Bequer Escalante
bequerescalante Saltillo México

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